Joaquín Loayza Valda es un sucrense amante de la tierra que lo vio nacer, un intelectual polifacético cuyo blog, “Cultura Charcas Siglo XXI”, está siendo permanentemente consultado a nivel nacional e internacional debido a sus interesantes artículos. Es también músico y esto lo lleva tatuado en el alma: “Seré quenista hasta que pase a mejor vida”, dice a ECOS.
Con tan solo 15 años fue quenista del conjunto del músico y compositor Mauro Núñez. Practicó teatro y participó en varias obras. Algunos lo recuerdan como un gran mimo durante su juventud. Recientemente actuó en la película rodada en Sucre “Luces y Sombras” del Director potosino Roberto Carreño.
En el área musical su participación también es versátil. Interpretó música autóctona, rock, fue parte de La Bohemia y de ensambles de música tradicional.
El político, el investigador
En su juventud se introdujo en el mundo de la política y militó en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Estuvo preso en 1980, fue dirigente de la Federación Universitaria Local (FUL) en 1983 y con aquel partido siguió durante la conquista de la democracia.
Después, trabajó 14 años en el Centro Histórico Documental de San Francisco Xavier; allí se unió a la investigación histórica, realizó una labor intensa de recuperación, organización y difusión. Llegó a ser encargado de Dirección.
Al mismo tiempo continuó con la música pero —según cuenta él— de manera más seria, investigando las melodías tradicionales sucrenses y la boliviana en general. Formó parte del trío “Loayza-Montero-Loayza”, integrado por Javier Loayza (charango), Wálter Montero (guitarra) y Joaquín Loayza (quena), llegando a grabar un disco.
Posteriormente llegó el trío Antología Mestiza de Charcas, en el que toca actualmente junto a Víctor Hugo Vaca Guzmán (charango) y Nelson Javier Durán (Guitarra). Grabaron tres discos.
Durante 12 años fue subdirector del Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (ABNB) y un año, director. Es miembro de la Sociedad Geográfica y de Historia Sucre.
La lectura, la escritura
Loayza afirma que tiene un apego casi natural hacia la lectura. Desde niño fue curioso y travieso; entre sus inquietudes destacaba la lectura: quería conocer la historia, el campo, los cerros, las quebradas y los rincones de la ciudad.
Compartió su niñez de manera muy cercana con sus padres; recuerda que le encantaba que ellos le contaran historias; por ejemplo, dice conocer a detalle la de varias generaciones de su familia.
Le gustaba leer novelas, biografías, acerca del conocimiento, de la ciencia, de la tecnología. Pero fue en la Universidad que empezó a “tomarle el gusto al sentido y el concepto de la escritura; esto a partir de la lectura, porque una persona que no lee, difícilmente podrá escribir de una manera más o menos decente”.
Esas preferencias y deseos, sumados al trabajo universitario, al conocimiento de métodos y técnicas de investigación científica, hicieron que la lectura y la escritura se convirtieran en una pasión.
En más de dos décadas realizó un sinfín de trabajos escritos, como monografías, escritos en mancomunidad con otras personas, por ejemplo el “Diccionario Histórico Boliviano” con el gran historiador Joseph Barnadas.
Además de obras para instituciones locales y nacionales escribió artículos en diversas publicaciones periódicas, de carácter científico, de divulgación popular en Sucre, Bolivia y fuera del país.
La tecnología, el blog
A principios de la década de los 90 empezó a vincularse con la tecnología digital y se dio cuenta de que el futuro de la bibliotecología y la archivística, de la difusión del conocimiento estaba en la tecnología informática, en la tecnología digital y en la tecnología telemática vinculada a la red internet.
“Pensé que sería importante desarrollar un blog con características culturales y científicas para recuperar lo que ya tenía escrito y para escribir y difundir la historia, la cultura y el conocimiento”, explica a ECOS.
Con el objetivo de democratizar la difusión de su amplia y variada obra, tuvo esa idea que concretó en octubre del año pasado.
Entonces, se preocupó en buscar información sobre esa temática dentro y fuera de la Universidad, para saber cómo funcionaba. Mediante el trabajo que realizaba en el ABNB, tuvo la oportunidad de vincularse con la UNESCO, con la Asociación Iberoamericana de Bibliotecas, a través de un proyecto que era pensado a futuro.
Entonces, asistió a reuniones en diferentes países donde se abordó esta temática y, junto con otros funcionarios, hizo un diplomado en la Universidad de Colima, México, para organizar la primera Biblioteca Digital en Bolivia, la Biblioteca El Dorado.
El papel vs el digital
Loayza recuerda que cuando escribió para el anuario del ABNB, publicación periódica de esa institución, se editaron unos 500 ejemplares que se vendieron o distribuyeron a título de intercambio, donación o venta. Generalmente un volumen así se termina de distribuir en cinco o seis años.
Entonces, los parámetros son incomparables considerando la velocidad de lo que uno escribe y sube a un blog en internet. “Cuando subo, lo incorporo al Google para que los metadatos estén en el buscador. A partir de ahí se universalizan, y luego uso las redes sociales como Facebook, Twitter, Instagram y otras; en mi caso, especialmente Facebook”, comenta el investigador.
El impacto de la diseminación de estos artículos es alto porque en menos de 24 horas más de 100 personas los ha leído. Si se compara ese resultado con los 500 libros que se venden en cinco o seis años, es como si se hubieran adquirido 100 ejemplares en un día, o sea, no hay punto de comparación, agrega Loayza.
Otra ventaja es que hay redes de blogueros que tienen las mismas inquietudes y que permiten una vinculación con personas en Sucre, Bolivia y el resto del mundo. “Es muy interesante porque hay gente que leyó algo que escribí y me pide permiso para compartir. Las condiciones actuales para el área cultural no tienen punto de comparación con lo que ocurría hace 20 o 30 años; ahora, la democratización en la difusión es muy grande y dinámica”.
El futuro
Loayza se ha fijado como propósito recuperar la memoria de personas valiosas; en definitiva, de la cultura, de la sociedad. Cree que debemos tomar conciencia de qué se puede recuperar, antes de que la gente desaparezca, en cuanto a música, gastronomía, destrezas de tipo artesanal…
“Yo animo a los jóvenes a vincularse de una manera positiva, activa y propositiva a la telemática y la tecnología, porque es un medio que puede servir para la discusión de la ciencia; es un vínculo con el conocimiento. Hay que ser propositivos y no solo consumidores”, reflexiona él.
Al blog de Loayza se puede acceder en http://culturacharcassigloxxi.blogspot.es/) •
Joaquín Loayza y la familia
Su padre, el coronel Julio Loayza Sanz, tuvo una destacada actuación en la Guerra del Chaco. Fue parte de las luchas sociales, integrante de la organización Razón de Patria (RADEPA), militante del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y Alcalde de Sucre.
Su madre, Griselda Valda Palma, era descendiente de una familia de hacendados, una fuente inagotable de historias increíbles, según manifiesta Joaquín Loayza Valda, quien pasó su niñez y juventud pisando las calles del barrio Santa Ana, paseando por las huertas y quebradas de las faldas del cerro Sica Sica.
Hizo la primaria en la escuela Adolfo Siles, la secundaria en el colegio Bernardo Monteagudo y se licenció como abogado de la Universidad San Francisco Xavier, aunque nunca ejerció la profesión del Derecho.
Loayza está casado con la socióloga Guadalupe Amusquívar; tienen dos hijas: Eva y Julia. Su compañera de vida lo describe como un hombre sencillo, hogareño, cocinero excepcional, músico empedernido y muy bromista. En cuanto al derecho, la historia y la música, es extremadamente perfeccionista.
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